Archivos Mensuales: octubre 2017

“La sexualidad sagrada”: Andrés Avelino Cox Molina (Publicación del segundo ensayo)

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“Espiritualidad y filosofía indígena”

(Colección de ensayos)

Andrés Avelino Cox Molina

 

(Publicación del segundo ensayo)

 

“La sexualidad sagrada”

 

La sexualidad sagrada es el alimento místico de la energía

erótica, porque la energía liberada durante el acto sexual

tiene tanto poder Creador que, sabiamente empleada,

intensifica las facultades mentales de los amantes.

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La sexualidad sagrada es el alimento místico de la energía erótica, porque la energía liberada durante el acto sexual tiene tanto poder Creador que, sabiamente empleada, intensifica las facultades mentales de los amantes, fortalece la salud física y espiritual y nos mantiene jóvenes y equilibrados.

Pero la América entera fue conquistada y colonizada por Occidente, y la moral occidental y su religión reprimen el sexo puro. Aquellos dijeron a nuestros pueblos que el sexo es el camino del infierno y todas las prácticas ancestrales fueron abandonadas.

Sabemos que la atracción entre los sexos es una ley universal fuente de toda vida, pero aún es un misterio porque la naturaleza creó seres que se reprodujeron sexualmente y no todos por mitosis, como algunas células.

La idea que las funciones sexuales tienen un fin más elevado que la simple reproducción y conservación de la especie no es nueva, ni exclusiva de las culturas orientales, o europea. Al contrario, entre los pueblos antiguos de América como los Incas, Mayas, Aztecas, celebraban el poder creador de la energía sexual con numerosos y variados ritos.

Con la sexualidad sagrada se conocen los efectos de la salud desde tiempos remotos (Samael Aun Weor, “La Magia Azteca Sexual”, p. 175, ed. México, 1971).  Los médicos en algunas culturas recetaban hacer el amor en determinadas posiciones, como método curativo.

Y es que la energía que se obtiene del sexo se incorpora a nuestro sistema hormonal y nervioso en cuestión de segundos, mucho antes que la energía que obtenemos del alimento o incluso del sol.

De hecho, basta pensar en el sexo para alterar instantáneamente nuestro estado psicológico y sensaciones corporales. Freud ya lo intuyó: “Que las neurosis mentales pueden ser curadas cultivando la sexualidad, y la unión sexual sin prejuicios remodela la mente y nos liberan de viejos traumas y hábitos insanos”.

Feliz aquel que sepa utilizar su energía sexual, pues a través de ella el ser humano puede perfeccionarse así mismo. Entre la mitad espiritual y material del hombre debería ser el principal motor de nuestra evolución y auto-renovación.

El acto sexual debería hacer a los amantes trascender su identidad individual para sentirse partes de un todo mayor; pero paradójicamente según la enseñanza occidental la mujer que siente placer está poseída por el demonio, enseñaron desde la mentalidad judía cristiana.

Esta idea hasta cierto punto está bien enraizada en algunos sectores de nuestros pueblos, que pensar en el sexo es igual a pensar en maldad; que si la mujer alcanza el orgasmo es prostituta. Esa enseñanza fue la que trajo la Europa civilizada; tener sexo pero que la mujer no puede estar encima del hombre, porque eso es tabú…  Hasta cierto punto condenan la sexualidad.

En otras palabras, nuestros pueblos perdieron esa parte hermosa de la sexualidad, los verdaderos conocimientos de las grandes tradiciones espirituales sobre la energía sexual y su papel en la transformación personal y evolución espiritual.

Nuestras vidas están muy afectadas por esta perdida de autoconocimiento sexual, las diferencias orgásmicas entre hombre y mujer crean en no pocas ocasiones, aun en contra de la voluntad de los bien intencionados amantes; un verdadero abismo entre ambos.

Ello se debe a que nuestra sociedad ha elegido ignorar los conocimientos de las grandes enseñanzas de los abuelos sobre esa energía sexual. Aunque nuestra civilización  ha perdido la antigua convicción de que el sexo forma parte del misterio existencial y puede ser una ventana a la realidad sagrada, de vez en cuando las personas son conscientes de la magia del sexo y viven momentos de hechizo.

Sensaciones de armonía entre los cuerpos. Cuando se canaliza con propiedad la energía sexual, aunque espontáneamente, las vibraciones del cuerpo-mente aumentan a tal punto que uno sintoniza con frecuencia niveles de existencia superiores.

Muchas culturas antiguas tuvieron la delicadeza  de estudiar en su momento sobre el sexo responsable, especialmente de las relaciones entre vida, respiración y sexualidad, y para recuperar ese equilibrio primigenio dentro de sí mismo, el que practica sexo regularmente también debe regular el aliento vital, con ese fin absorbe, durante el acto sexual, la energía psicosexual de la pareja.

Por esa razón no tiene sentido la violación sexual que algunos cometen contra las mujeres, tampoco vale la pena forzar a alguien que no está preparada para llevar a la cama cuando emocionalmente no está ni disponible, ni desea.

La energía que las culturas antiguas descubrieron, nos enseñan que la misma, incrementada asciende a la cabeza y allí se almacena; en la cavidad abdominal, el cultivo de esta simiente produce un campo espiritual al cual se asocia una irradiación dorada.

Por eso no hablamos de la inmortalidad del ser humano. No implica que no  vamos a morir, sino que antes de morir tenemos la oportunidad de cultivar un cuerpo espiritual sólido, también conocido como “Cuerpo Solar”.  Entonces el cuerpo físico será de gran ayuda para conseguirlo, ¡la verdad debe ser percibida en todas las dimensiones!

Todos llevamos en nuestro interior el germen que desarrollado por medio del conocimiento, nos permite realizar nuestras aspiraciones e ideales más queridos (Besant de Annie; “La Educación de la Mente”, p. 171, 1994), convirtiéndonos de esta manera en maestros de la vida.

Hablamos sobre la respiración en el momento del acto sexual, el control de la respiración debe ser a veces imperceptible, llegando en ocasiones a suspenderse y, por último, la retención seminal, imprescindible para alargar la unión, la vida misma y que se produzca entre la pareja la energía electromagnética.

La magia sexual va unida a la larga historia de la humanidad, incluso en la biblia cristiana se vislumbra en el “Cantar de los Cantares”, aunque la tradición cristiana relacionó el sexo con el pecado y el diablo, y de paso dejó sembrado dentro de nuestra cultura la misma mentalidad.

Por eso la unión sexual se considera aquí como una plegaria en la que el hombre y la mujer imaginan el mismo objetivo o desean lo mismo, antes, durante y después del coito.

Para que se materialice, el orgasmo de ambos deben coincidir, pero el fin principal del acto no debe ser el placer sino la unión  de nuestras almas y la consecución mágica de los fines, en tanto la energía sexual sólo debe ser empleada por aquellos que han alcanzado una integración entre su cuerpo, mente y espíritu.

Las personas que sufren desequilibrio psíquico pueden correr riesgos, ya que producen más energía de la que pueden manejar, y la idea de la energía es que contribuya al bienestar personal.

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    Fin de la “La sexualidad sagrada”, segundo ensayo.

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